LA PUÑETERA SILLA

silla

Tengo un amigo que trabaja en la administración pública (yo también), que es bastante dinámico y que hace lo que le dejan para intentar cambiar cosas (yo creo que también soy así).

El otro día me explicaba que hace días que le duele la espalda en la oficina, que no es la primera vez, que desde que volvió de vacaciones vuelve a tener los mismos dolores lumbares. Me comentaba que había comprobado que seguramente lo que le provocaba ese molesto dolor era la silla de respaldo alto que tenía hacía más de diez años. Si te paras a pensar un poco, mi amigo se pasa más de 7 horas al día delante del ordenador trabajando, realizando gestión de proyectos de territorio, un servicio ciudadano más. Probablemente una historieta cotidiana más, de una oficina cualquiera y de un lugar cualquiera. Pero ahí no termina todo. Resulta que mi amigo ya no podía más con sus molestias, por lo que pidió al servicio de riesgos laborales que por favor vinieran a ver esa silla, a ver si era el caso de que el respaldo, la base, la regulación o el mullido del asiento estuvieran algo obsoletos (la silla era muy vieja), y que esa circunstancia pudiera ocasionar esos dolores físicos que no permitían a mi amigo ejercitar con normalidad sus funciones laborales cotidianas. Dice que, sin esperárselo, se vió envuelto en un absurdo debate telefónico con su contacto. Mi amigo alegaba que en un par de ocasiones en la última semana, del dolor había tenido que marcharse antes y enpastillarse con antiinflamatorios. Lo bueno es que además mi amigo argumentaba a este señor que desde casa y en sus ratos de ocio realizaba mucha actividad telemática durante horas y que se sentía perfectamente, que había comprobado empíricamente que era la silla de su oficina. Ese señor le contestó que no se sentaba bien (absurdo, hubiera tenido dolores similares mucho antes), que la silla estaba perfectamente homologada (debía tener visión telepática para detectar entre tantas sillas de tantos despachos que eso era así), y que la antigüedad de la pieza no tenía nada que ver, que probablemente mi amigo tenía una patología (él está estupendo), que fuera al médico a visitarse y que el doctor emitiera un informe de la silla (su médico, de otra población, conocedor de la silla?), indicando que, por el tipo de dolencia que debería tener mi amigo, esa silla no era la adecuada. Mi amigo sólo quería que le vinieran a ver la silla y cambiarla para poder continuar trabajando… Una causa, un efecto, un giro especulativo absurdo, un circuito obsoleto y una puñetera silla!

Es un caso estúpido, sí, pero para nada banal! Situaciones bizarras como éstas se suceden todos los días, multiplicadas por el número de organismos existentes, y divididas entre el número de horas, esfuerzos, recursos y personal, salen a un resultado que no quiero ni imaginar. ¿Cómo vamos a intentar cambiar nada en la administración si para situaciones aparentemente banales como éstas, no existen respuestas eficientes y resolutivas? ¿Cómo vamos a pretender que los ciudadanos confíen en la rapidez y empatía de sus instituciones? ¿Cómo vamos a dictar políticas públicas que permitan la creación de espacios de procesos ciudadanos y de participación como el que demanda nuestra sociedad del cambio hacia un empoderamento institucional? ¿Cómo vamos a ilusionarlos con una gestión pública cien por cien eficiente sino es mediante una de-construcción, re-organización o re-planteamiento del modelo de administración existente? Hay días que el optimismo cósmico de tus malditos ideales en pro de unos servicios públicos eficientes y de calidad se desvanecen por una puñetera silla.

 

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  1. Hacía tiempo que no leía un post que expresara de manera breve tantas cosas. Él caso que explicas no es banal ni es estúpido, la que es estúpida es la situación y lo seguirá siendo mientras nuestra administración sea gobernada por gentes que no entienden el significado del concepto servicio público, por gentes que creen que público se refiere a los que les aplauden, a «su público» y no a la «cosa pública», es decir, el común de todos los ciudadanos. Te preguntas ¿Cómo vamos a…? Yo me pregunto con mala intención ¿Podemos?

    • carmemix

      Si guanyem, al menos en Bcn, lo intentaremos, siento ser tan explícita pero si no apoyamos a quienes verdaderamente quieren romper esos mecanismos, no ens ensortirem! Lidiar con el día a día con situaciones así es lo que desgasta, pero creer en el valor de lo público y el servicio hacia lo público es lo que nos tiene que dar fuerzas para tirar hacia adelante, la calidad de un país se mide por la confianza hacia sus instituciones… No ens rendim!

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